lunes, 22 de febrero de 2010

Desastres Cinematográficos: Máxima Velocidad 2 (1997)



Debido a la gran aceptación que tuvo esta sección del blog, les voy a brindar otro episodio de Desastres Cinematográficos: y qué mejor para ello que con un caso paradigmático de lo que es un desastre. Ya sé, hay muchos desastres impresos en celuloide, y de Waterworld ya me había ocupado hace un tiempo... pero bueno, aquí vamos.

Empecemos por el casting: la siempre agradable Sandra Bullock (que le dijo a Catalina Dlugi... ¡Sí, Catalina entrevistó a Sandra Bullock! My God... que no había conocido nunca a Rolando Schiavi) aceptó hacer la película a cambio de que financiaran un film de bajo presupuesto que quería hacer. Y Keanu Reeves, su pareja en la efectiva y exitosa primera parte Máxima Velocidad (Speed, 1994), dijo que no porque no estaba para nada de acuerdo con el guión. Además, oficialmente se dijo que quería irse de gira con su banda, pero la realidad fue otra. En su lugar, se contrató al cerocarismático Jason Patric, que a esa altura era conocido por compartir apellido con el actor que hiciera de T-1000 en Terminator 2. Gary Oldman rechazó el papel del villano, ya que prefirió trabajar en Avión Presidencial (1997), que gozó de buenas críticas. En su lugar fue elegido Willem Dafoe, que cada vez que se piensa en un malo para una película le debe zumbar el oído.

El Director: fue nada más ni nada menos que Jan de Bont, el mismo que la primera. Hasta ese momento De Bont gozaba de una buena popularidad. Luego de haber trabajado en su Holanda natal al lado del gran Paul Verhoeven como director de fotografía en películas como Delicias Turcas (1973) y El Cuarto Hombre (1983) había continuado su carrera en Hollywood participando en la genial e inolvidable Duro de Matar (Die Hard, 1988) y en otra buena película como Lluvia Negra (Black Rain, 1989), el policial de Ridley Scott.
Llegó 1994 y el amigo Jan hizo su debut como director en la mencionada Máxima Velocidad, que fue realmente un éxito impensado, y en el que casi nadie creía. En 1996 filmaría Twister, la película sobre tornados, que siempre me generó simpatía y que tuvo éxito en la taquilla.
Por esas cosas de la vida y de mi trabajo, una vez tuve la oportunidad de ver una entrevista a Jan de Bont, donde hablaba de su carrera y en particular de esta película. Contaba De Bont en la entrevista que cuando el estudio le había propuesto hacer la segunda parte de Máxima Velocidad, él se había negado rotundamente y les había dicho que se dedicaran a gozar del éxito y la buena reputación de la primera. El estudio, casi a punta de pistola, le dijo que tenía dos opciones si quería sobrevivir: o filmar la segunda parte, o filmar la segunda parte.
De Bont contaba que desde el momento que supo que Keanu Reeves se había negado, sabía que iba a ser un fracaso. Una de las cosas que tenía la primera era la química que había logrado la pareja protagónica que trascendía la pantalla, y aquí no se repetiría eso. Otra de las cosas que contaba era que casi no tuvo incidencia sobre el guión, ya que el estudio lo manejó a piacere e hicieron caso omiso a cada una de sus intervenciones.

El barco: el Seabourn Legend es un barco de verdad que se utilizó para filmar algunas escenas. Luego construyeron una costosa réplica que es la que usaron para las escenas de destrucción. Pero sucedió algo: una severa tormenta caribeña arrasó con gran parte del set de filmación en la isla de Saint Martin. El resultado: a construir todo de nuevo, con lo que el presupuesto se disparó a las nubes. (Hay rumores extraoficiales de que llamaron a Kevin Costner para que les contara cómo lidiar con situaciones así... y terminaron llorando todos juntos y abrazados).

El presupuesto: mientras la primera había costado 28 millones de dólares (algo bajo para una película de acción), esta costó 110 millones de dólares, ya que subidos al tren del éxito quisieron hacer todo en grande. Tan sólo la escena del final, donde el barco se estrella contra el muelle, costó lo mismo que la primera parte.

El resultado final: DESASTRE. Con todas las letras.

El guión era imposiblemente malo, cero química en la pareja protagónica, graves inconsistencias (según los expertos) en la construcción y funcionamiento del barco, un villano que arrancaba carcajadas y la clarísima incomodidad de Sandra Bullock que cuando uno no veía su remera que decía "por amor a la guita" se preguntaba qué estaba haciendo ahí.
Párrafo aparte para la PATÉTICA escena final donde el barco choca contra el muelle... Un idiota gritando "cinco nudos - cuatro nudos - tres nudos" y la gente caminando como si estuviera en el Alto Palermo cuando se les venía encima un barco que pesaba miles de toneladas. IM-PRE-SEN-TA-BLE.

La crítica internacional la despedazó y luego rifaron los pedazos. Los únicos optimistas que la vieron buena fueron Siskel & Ebert, los famosos críticos yanquis que por lo general ven las películas de espaldas, porque van siempre a contramano del resto. Y bueno, también le sirvió a Telefé para pasarla los sábados a la tarde.

En fin, otra película más con el sello del desastre. Otra película que se estrelló a Máxima Velocidad con el fracaso. Otra película más que es inolvidable (por lo mala).

Otra película más pasada por agua.